viernes, 30 de julio de 2010

María, la virgen y el retorno a la madre

¿Cómo surge este personaje de fachada mítica que algunos clasifican como la mujer más importante que ha pisado la Tierra? Propongo aquí una aproximación literaria:

María es, según la historia, la madre de aquel debatido pacifista que revolucionó al mundo occidental hace un par de milenios, crucificado por controvertir la religión. Dicen otros que fue la única persona que logró entender a Jesús en su momento, pues luego de su muerte también ascendió los cielos (en sentido alegórico). Su figura es recreada como una mujer bondadosa, comprensiva, entregada a las decisiones de sus hijos por encima de su propia individualidad, es decir, una madre en todo el sentido de la palabra, a excepción de la característica más importante, que de hecho hace posible esta condición de mujer: la sexualidad. 

Quienes creen en palabras bíblicas al pie de la letra y en testimonios inspirados de fervorosos católicos, que incluyen apariciones en una mancha de barro, conversaciones con el más allá y premoniciones apocalípticas, no se atreverán a cuestionar la veracidad de los relatos sobre este personaje, y se limitarán a decir que Dios sabe cómo hace sus cosas y de vez en cuando trasgrede las leyes físicas y químicas que Él mismo creó (¿o acaso el diablo?) para recordarle a la humanidad Su omnipotencia. Sin embargo, comparto con muchos el escepticismo sobre cualquier cuento religioso, no solo por los poco manifiestos acontecimientos fantásticos que relatan, sino porque a través del tiempo, es imposible que personajes apoderados y egocéntricos no modificaran la verdad a favor de proyectos personales.

Es cuestión de verse documentales como Zeitgeist o El Evangelio de Judas para empezar a cuestionar muchos planteamientos, como la fecha de nacimiento de Jesús, el número de discípulos, la “pureza” de su concepción, la visita de los 3 reyes magos y la estrella guía (características compartidas con otras deidades como Horus, Mitra y hasta Krishna). Entonces, ¿por qué la importancia de transformar la imagen pública de este mujer en un ícono de virginidad? ¿Cuál es el verdadero problema con la sexualidad?

Comencemos saltando a los orígenes y analizando la primera figura materna por excelencia, sea esta la Tierra. Nuestro planeta, para la mayoría de teócratas, agnósticos y ateos cientificistas, es un verdadero enigma, pues es el único lugar conocido en todo el Universo explorado donde se ha manifestado la Vida (magnífico regalo que me permite sentarme a escribir basura o bibliografía cósmica, bailar al ritmo de L.A. Woman y explorar la conciencia escuchando Ummagumma). Por esta razón, se hace una analogía entre el astro y la figura materna, pues si ha de haber una madre, fue este útero terrestre el que primero concibió cualquier oportunidad de existencia consciente. Tanto así, que en las épocas antiguas, el culto a la Tierra significaba una veneración por una deidad femenina con todo lo que esto implicaba. 

Por otro lado, Constantino y otros monarcas se habían encargado de convertir el creciente cristianismo en un mecanismo de control, exaltando toda historia a un nivel suprahumano e instituyendo la iglesia como el ente propagandístico encargado de infundir el miedo suficiente a un Dios enteramente masculino, de modo que la sociedad se viera limitada a cuestionar intelectualmente la providencia divina que instauró al rey como el supremo e incontrovertible mandamás (para fines pedagógicos, compárese con el uribismo). Claramente, al transcurrir el tiempo, la necesidad de instaurar una única religión por monarquía crecía junto con la ambición de poder y control, por lo que se volvía un objetivo primordial acabar con todo tipo de creencias diferentes. 

Desde esta perspectiva, ¿cómo conviviría entonces la adoración por los astros, la naturaleza, el devenir de la vida, junto con la aseveración de que una deidad hecha hombre, encarnación de Jehová el justiciero, era la única figura que merecía adoración? Era algo imposible. El cambio debía ser rotundo. Había que acabar con todo tipo de rituales que promovieran comportamientos “anti-cristianos”, que suponía según la interpretación de sus jerarcas, cualquier conducta desmedida, animalizada o anárquica. Había que acabar con la amenaza europea del paganismo, con las fiestas, con la transformación de la conciencia, con la sexualidad (¿qué es más natural, animal y Terrenal?), de modo que se reprimieran tanto la animalidad como la racionalidad, estancando al hombre en un estado de creencia ciega que impidiera cualquier amenaza al sistema autoritario. 

Esto significó un gran reto, pues nadie entendía cómo se iba a reemplazar la natural admiración por la madre por una irracionalmente impuesta adoración por el padre. En la naturaleza era evidente la importancia de la figura materna en el cuidado de las crías o en la obtención de alimento por ejemplo, mientras que el padre era una figura ausente en la mayoría de los casos. Fue así como con el transcurrir del tiempo iba adquiriendo relevancia y virginidad este personaje llamado María, de modo que existiera un sustituto antinatural para la divinidad femenina.

Poco a poco, se convertían personas alrededor del mundo. Desde indígenas hasta tribus celtas suspendían forzosamente sus cultos nativos para pasar a formar parte de la gran porción católica. Quienes no accedían al cambio, simplemente eran quemados en la hoguera por herejes gracias a la propaganda eclesiástica que logró crear tal pánico en la sociedad como para suspender cualquier manifestación de aprecio por lo natural. No es de sorprenderse que los países cristianos sean los principales destructores del medio ambiente, que la sociedad se haya sentado sobre paradigmas masculinos (fortaleza, riqueza, poder, razón) y que se compren cuadros costosísimos de Picasso sin siquiera apreciar el arte que regala un atardecer.

Y es así, como en la actualidad, la Madre de los cuerpos mortales se desvanece ante su insignificancia comparada con la “Madre de Dios”.

Invito a leer este relato en forma de parábola bíblica. No sobra aclarar que no debe ser entendido con pretensiones históricas, aunque para muchas personas esa sea la connotación de parábola bíblica. Piense en estas palabras como una oportunidad para acercarse nuevamente a la Madre primal, para reconocer su particular animalidad, disfrutar de la estética que brindan todas las formas de vida, bailar desinhibido ante la luna llena y, por qué no, tomarse un baño bajo la lluvia agradeciendo a esta gigantesca matriz hiperdimensional por ser parte esencial de nuestra efímera residencia.

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